Su seriedad va transformándose en un juego de niños. En el fondo tiene razón. Es muy torpe. Si no hubiera visto el camino por él se habría dado un golpe contra el anuncio.

- Bueno si, lo reconozco. Me salvaste 

- Tampoco es para tanto.

- Te cambio un beso por un te quiero - la mira de frente y la agarra de la mano.

   El joven se detiene antes de cruzar la calle y abre los ojos. Le brillan las pupilas. Es uno de esos momentos en los que detendría el reloj y luego jugaría con sus agujas para echarlas atrás una y otra vez.