Cuando me había mudado a Nueva York lo había
hecho porque estaba muy mal, triste. Pensé que de alguna forma sus luces me
iban a sanar de manera milagrosa o algo así, el estar todo el día en movimiento
me iba a ser distraer. Había días en el que compraba en Vogue en vez de comprar
comida, descubrí que eso me alimentaba más.
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