No
recuerdo nada más que la oscuridad. Sé que un tiempo más tarde mientras ya me
acostumbraba al frío y mis ojos se acomodaron a la oscuridad vi algo a lo
lejos, latía, cada vez con más fuerza, era una luz clara y desprendía calor. No
quería ver nada más de la oscuridad a la que estaba acostumbrada, pero, sin
querer me sentía obligada a mirar ese resplandor que se hacía grande como si de
un sueño se tratase. Sin querer la luz se llevó más de lo que quise que se
llevara… pero, no había frío, ya no quedaba frío.
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